Prensa Press 2023

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Forma Antiqva y la diversidad de la música

Scherzo | 13 de agosto de 2023

Dos días después, en la cercana Iglesia de San Pedro, Forma Antiqva desembarcó con su programa De sópitu. Encargado por el Festival y estrenado la noche anterior en la Iglesia de la Virgen Grande de Torrelavega, propone un explosivo maridaje entre música clásica del barroco y obras de carácter popular de las regiones del norte, en las que Falla, atraído por las campanas lejanas, las canciones lentas, las danzas y el fondo de las montañas nevadas, veía “tela para hacer no digo una pieza, sino un mundo de música”. En Forma Antiqva el hallazgo parece ser una norma tan esencial como el rigor, y ambos se estrechaban la mano a medida que el programa transitaba por canciones, fandangos, saltones, alboradas, muñeiras, jotas y diversas formas de música, emparejándolas junto a obras de algunos los grandes (Gaspar Sanz, Purcell, Haendel), con predominio de lo asturiano al lado de lo cántabro, lo gallego y aquello que aguarda donde se pierde la mirada del norte: las islas Británicas.

Los siete integrantes del grupo (Pablo García López como tenor, Alejandro Villar a las flautas, Ruth Verano al violonchelo, Pere Olivé a la percusión, Pablo Zapico a la guitarra, Daniel Zapico a la tiorba y Aarón Zapico al órgano como director y creador del programa) exhibieron sintonía y complicidad tanto entre ellos como con un público al que sentían cercano, inequívocamente fiel hasta el final, con el pulso y la manera de atacar la música que les es propia, pero dándose también momentos de respiro y alivio como en la tradicional irlandesa Danny Boy o en la cantiga Ondas do mar do Vigo de Martín Codax. Cada uno tenía claro el lugar que le correspondía y todos, con un sonido excitante en el que la cuerda pulsada se convertía en un ingrediente crucial, transmitían la trascendencia de lo que tenían entre manos: el reclamo de lo tradicional como arraigo de la vida y del arte.

Asier Vallejo Ugarte

Forma Antiqva rinde tributo a Monteverdi

Scherzo | 17 de abril de 2023

Madrid. Fundación BBVA (Palacio del Marqués de Salamanca). 15-IV-2023. Monteverdi: Il Combattimento di Tancredi e Clorinda, Lamento della ninfa, Il ballo delle ingrate. Jone Martínez, soprano; Luciana Mancini, mezzosoprano; Francisco Fernández-Rueda, tenor; Juan Sancho, tenor; Elías Arranz, bajo. Forma Antiqva. Aarón Zapico, clave y dirección.

Es difícil encontrar en la historia de la música un momento en el que una figura destaque por encima de las demás de la misma forma en que lo hizo Claudio Monteverdi en la primera mitad del siglo XVII, hecho reconocido tanto por sus contemporáneos como por la posteridad. Algunos dirán, quizás, que Heinrich Schütz es un compositor de nivel similar pero Schütz no hubiera sido Schütz sin sus viajes a Venecia y sin Monteverdi. Las aportaciones del músico de Cremona marcan el paso de la estética renacentista, que él mismo practicó en sus primeros libros de madrigales, al Barroco de forma definitiva. Aunque no fue el primero en componer una ópera, ante su Orfeo (1607) uno se siente tentado a decir que comparativamente dejó en meros balbuceos a los antecedentes de Peri o Caccini en este género. El director de cine Jacques Rivette dijo en un célebre texto durante su etapa de crítico en la mítica revista Cahiers du Cinéma que, con la aparición de Viaggio in Italia -estrenada en España como Te querré siempre (Roberto Rossellini, 1953)- de repente todas las demás películas habían envejecido diez años. Algo parecido, quizás con más intensidad, ocurrió con el citado Orfeo, con las Vísperas de 1610 o con otras obras posteriores de Monteverdi, como el Octavo libro de madrigales, la Selva Morale e Spirituale o L’incoronazione di Poppea: frente a ellas todo lo anterior parece de otra era geológica.

En torno a Monteverdi, Forma Antiqva ha diseñado para el concierto que nos ocupa un programa de gran atractivo, reuniendo tres de sus más famosas obras de “pequeño formato” e intercalando entre ellas breves fragmentos instrumentales; tres obras que, aunque pertenecen a periodos diferentes dentro de su producción, fueron incluidas por su autor en el Ottavo Libro dei Madrigali Guerrieri et Amorosi, publicado en Venecia en1638, hacia el final de su vida.

El Combattimento di Tancredi e Clorinda, la primera de estas obras, fue estrenada durante el carnaval de 1624 en el Palacio Mocenigo, residencia de una de las más prestigiosas familias venecianas. La música de esta ópera en miniatura debió de causar una gran impresión entre los asistentes por los novedosos recursos que emplea Monteverdi, entre ellos el uso del pizzicato, el trémolo o el llamado stile concitato, repetición de notas de forma muy rápida para expresar la agitación y la violencia presentes en el enfrentamiento armado, en este caso entre dos amantes que están librando un combate entre ellos sin conocer la identidad del otro hasta un fatal desenlace. Toda esta retórica musical, en la que la propia música relata la acción, fue recreada acertadamente por los músicos de Forma Antiqva, con una dirección atenta al detalle y una ejecución fluida, que dejó el papel protagonista a los cantantes. Aunque más propio sería decir a los actores, pues en esta obra lo que predomina es el “recitar cantando”, un estilo de declamación que se impuso en la música dramática de los inicios del siglo XVII. La parte del león corrió a cargo de Juan Sancho, en el papel de narrador (testo), que es quien corre con el mayor peso de la obra relatando pormenorizadamente todos los detalles del combate; Sancho se involucró de lleno en el texto, recitando-cantando con una amplia gama de matices, con una intensidad que condujo la obra de forma trepidante desde la presentación de la acción hasta el trágico desenlace final. Entre sus intervenciones se intercalaron las breves partes de los dos amantes-rivales, Tancredi (tenor) y Clorinda (soprano), en este caso un correcto Francisco Fernández-Rueda y una impecable Jone Martínez.

Precisamente Jone Martínez sería la protagonista de la siguiente obra: el Lamento de la Ninfa. Esta obra, en realidad un fragmento de una ópera desaparecida, L’Arianna, compuesta a continuación del Orfeo para los esponsales del duque de Mantua, se ha convertido en una de las más célebres del autor, y no es de extrañar. Las trágicas circunstancias en que se compuso (el fallecimiento de la esposa de Monteverdi y, más tarde, de la soprano que debía estrenar la ópera) parecen condensarse en esta música de una simplicidad y eficacia inauditas; es imposible no emocionarse ante este sublime ostinato que expresa el desgarro ante la infidelidad del amante, hasta el punto de que incluso a veces las propias cantantes sucumben a esta emoción y esto puede desfigurar las interpretaciones. Jone Martínez no cayó en este error y ofreció una interpretación equilibrada, contenida y de una gran belleza. Muy bien el trío formado por Fernández-Rueda, Juan Sancho y Elías Arranz en los versos de introducción y el comentario final y en las intervenciones que contrapuntúan la obra. Y muy destacable también el acompañamiento de Aarón, Pablo y Daniel Zapico al clave y en la cuerda pulsada, manteniendo ese tetracordo descendente sobre el que gira toda la obra.

Para el final quedó Il ballo delle ingrate, estrenado en 1608 en análogas circunstancias a la citada L’Arianna y que Monteverdi incluyó en el octavo libro de madrigales treinta años después eliminando las referencias a Mantua. Pues el texto, de carácter mitológico, originalmente hacía referencia a que las flechas de Cupido no hacían mella en las mujeres de Mantua, que despreciaban a sus amantes. Ello motiva la visita de Venus y Cupido a Plutón para que éste permita que vuelvan del inframundo los espíritus de las mujeres, las ingrate del título. La irrupción de la mezzo chilena Luciana Mancini en el papel de Venus, dotó a la obra desde el principio de una gran intensidad. Mancini es una cantante de raza, muy expresiva y con un instrumento muy interesante, capaz de lograr colores muy oscuros pero con buenos agudos y un buen volumen. Fue la protagonista de la interpretación bien secundada por el bajo Elías Arranz, muy convincente en su papel de Plutón, Jone Martínez como Amor y una de las ingrate, y por el resto de cantantes que se sumaron al emocionante coro final. De nuevo Forma Antiqva fue un buen y sobrio soporte instrumental, en este caso con más protagonismo, especialmente en las danzas.

No sería justo terminar esta crónica sin resaltar el trabajo de adaptación a las complicadas condiciones espaciales y acústicas del recinto llevada a cabo por Forma Antiqva y Aarón Zapico. El patio del Palacio del Marques de Salamanca no parece el lugar más idóneo para un programa en torno a Monteverdi pero gracias al trabajo del grupo y su director, el resultado fue más que satisfactorio, logrando que el sonido no se perdiera pese a cierta incomodidad de los músicos. Por otra parte, no había mucho margen para el juego escénico pero se logró con pequeños detalles, como la entrada inesperada de los cantantes desde distintos ángulos, la posición sentados dándose la espalda de Tancredi y Clorinda o los velos con los que se cubrieron los rostros las ingrate, dotaron a la dramaturgia de cierta densidad, lo que constituye todo un éxito teniendo en cuenta las limitaciones. Y, por último, otro acierto fue interpretar todo el concierto sin interrupciones. Quizás por ello, los merecidos aplausos fueron mucho más intensos al final.

Imanol Temprano Lecuona

Sancta Ovetensis. Splendor in the Cathedral of Oviedo

Melómano | 1 de marzo de 2023

El repertorio de música española sigue siendo una selva inexplorada. Cada vez surgen más proyectos que rescatan pequeñas joyas, como la que nos presenta Forma Antiqva de la mano de su director Aarón Zapico. En este caso es la música de Joaquín Lázaro, maestro de capilla de la Catedral de Oviedo entre 1781 y 1786, junto con tres piezas instrumentales de autor anónimo que se encuentran en el Archivo Capitular.

Joaquín Lázaro, formado en la Basílica del Pilar de Zaragoza, es el autor de varias arias que se presentan en este álbum. No son arias de ópera, sino para la catedral. Estaban pensadas para ser interpretadas en fechas importantes, como A Eulalia dichosa para la fiesta de la patrona de Oviedo, u otras para Navidad, como Noche preciosa, clara y divina o Reparad qué luz clara y peregrina.

Del repertorio instrumental anónimo destacamos el Concierto en Sol mayor para violín.
Es, sin ninguna duda, una obra que rivaliza con sus contemporáneas europeas en técnica y estilo. En cada uno de los movimientos, el violín de Jorge Jiménez logra imponerse con gracia y virtuosismo.

Zapico dirige con soltura un conjunto bien equilibrado. Da el espacio adecuado a la voz de Jone Martínez, a la vez que brilla en las intervenciones.

Las cuerdas ofrecen un sonido con cuerpo, sólido, mientras que los vientos aportan un color imprescindible. Nada sobra y nada falta en esta propuesta tan bien trabajada. En el álbum encontramos una breve biografía del compositor, además de unas notas de programa que corroboran una profunda investigación. Es una gozada participar de estos descubrimientos, con el entusiasmo de un verdadero arqueólogo. La diferencia radica en que estas obras vuelven a la vida y cobran un nuevo sentido.

Cada una de las pistas del disco es un estreno en grabación, esperemos que abra un camino de largo y merecido recorrido. Lamentablemente, Joaquín Lázaro falleció con 40 años, pero nos dejó un legado de cerca de cien obras que estamos ávidos de escuchar.

Luis Meseguer Mira

Sancta Ovetensis: del archivo de la Catedral de Oviedo

Scherzo | 25 de febrero de 2023

Desde que en 1980 publicara Emilio Casares su estudio y catálogo de la música en la Catedral de Oviedo durante el siglo XVIII se sabía de la riqueza, calidad y pujanza de la vida musical de la sede ovetense durante el siglo ilustrado. Una serie de excelentes maestros de capilla elevaron el listón de la música que allí se podía escuchar casi a diario, a la vez que se preocuparon también de nutrir los armarios del archivo musical con obras de los mejores maestros nacionales y extranjeros. Así se explica lo al día que en materia musical estaba el padre Feijoo desde el Convento de San Vicente de Oviedo, en el que residió desde 1709 hasta su muerte en 1764. Pero hasta el momento el mundo de la discografía apenas si le había prestado atención a este filón de buena música.

Uno de los maestros de capilla mejor representados en el archivo ovetense es Joaquín Lázaro, a pesar de que sólo pudo ejercer el cargo durante cinco años, entre 1781 y 1786, por mor de su temprano fallecimiento con 40 años. Su música se mueve con soltura entre los estilos galante y clasicista, y no desentona en absoluto en el contexto musical europeo. Se incluyen aquí una serie de arias para tiple y orquesta compuestas para diversas celebraciones litúrgicas. La escritura vocal es muy exigente en materia de agilidades y coloraturas, pero para eso está aquí Jone Martínez, poseedora de una de las más bellas voces de su cuerda en la actualidad y que, con su maestría en el fraseo y su capacidad de transmitir emociones con la voz, convierte la escucha de este disco en una pura delicia.

Forma Antiqva la acompaña con su habitual fuerza y energía, gustosa de contrastes dinámicos. Se incluyen varias piezas orquestales anónimas (músicas para procesiones), entre ellas un curioso concierto para violín y orquesta en el que Jorge Jiménez se excede en aspereza de sonido.

Andrés Moreno Mengíbar

«Sancta Ovetensis»: trabajo de alto nivel musicológico y musical

RITMO | 1 de febrero de 2023

Aarón Zapico, al frente de Forma Antiqva, nos presenta un nuevo disco, Sancta Ovetensis. Tras varios años de trabajo, han sacado a la luz de los fondos del Archivo Capitular de Oviedo parte del legado musical de Joaquín Lázaro, maestro de capilla de la catedral entre 1781 y 1786. Del casi centenar de obras que se conservan, se han escogido las arias para soprano, piezas de exquisita factura que evidencian la influencia del Clasicismo vienés. Intercaladas entre las arias hay dos ejemplos de música instrumental conservados también en el Archivo Capitular, una Música para procesión y un Concierto en sol mayor para violín solista, obras que nos proporcionan una idea completa de la riqueza de medios musicales y de la llegada de las novedades europeas a Oviedo. Música de indudable calidad, como la versión que nos ofrece Aarón Zapico al frente de Forma Antiqva. Con una plantilla más amplia de lo que quizá pudiera contar Joaquín Lázaro y la brillante intervención de Jorge Jiménez como violín solista, Forma Antiqva ofrece una interpretación briosa, de sonido lleno, fraseo vivo y chispeante que dialoga bien con la elegante vocalidad de Jone Martínez. Las arias de Lázaro son exigentes para la voz, pero Martínez las aborda (y ornamenta) con impecable técnica y expresividad. Sancta Ovetensis es el trabajo de alto nivel musicológico y musical al que nos tiene acostumbrados Forma Antiqva.

Mercedes García Molina

Forma Antiqva conquista el Auditorio de Oviedo con un espectacular «Burlesque»

La Nueva España | 15 de enero de 2023

El grupo de los hermanos Zapico, reforzado con el bailarín Enrico Wey, deleita al público con una suite de variedades sobre obras de Telemann

Nadie es profeta en su tierra. Salvo «Forma Antiqva». Cada propuesta de la agrupación de origen asturiano es siempre sinónimo de distinción, fidelidad interpretativa y éxito, tal y como quedó de manifiesto anoche, al término de la primera velada musical del año 2023 del ciclo Conciertos del Auditorio, organizado por la Fundación Municipal de Cultura del Ayuntamiento de Oviedo, y que se desarrolló en la sala principal de un Auditorio Príncipe Felipe que registró una gran entrada.
«Burlesque, suite de variedades», que así se titula el programa presentado por Forma Antiqva, se basa en media docena de suites barrocas, todas ellas surgidas del ingenio compositivo de Georg Philipp Telemann que evidencian la amplitud y riqueza de este repertorio, que destaca por una modernidad y una audacia inmunes al paso del tiempo, un caramelo para una formación tan afilada, desacomplejada y atrevida como la que lideran los hermanos Zapico.

A nivel musical, los resultados fueron magníficos. Los veinticuatro músicos seguían con disciplina militar cada leve gesto de Aarón Zapico, conformando una falange barroca espléndida. Cada ataque y retirada del sonido, cada tempo, cada dinámica y la sonoridad tan particular que proporcionan los instrumentos históricos empleados por la formación de los hermanos Zapico permitieron a los asistentes, que en buen número nutrían el auditorio ovetense, deleitarse durante dos horas con el estreno de esta atrevida propuesta y de la música de Telemann. La «suite burlesque de Don Quixotte», basada en escenas y personajes de la célebre novela cervantina fue sin duda la obra que más gustó. Y por si todo esto no fuera suficiente, al plano musical se unió el coreográfico. Un bailarín se dedicó a hacer un trabajo gestual en alguna de las suites, llegando incluso a corretear por el patio de butacas.

La explicación la proporcionó el ayer director Aarón Zapico, quien al término del concierto, micrófono en mano, agradeció a los asistentes su presencia, la confianza de los organizadores del ciclo y expresó que el baile se trataba de una pequeña sorpresa, ya que su idea primigenia era potenciar la imaginación y que el papel de Enrico Wey fuese aquel que el espectador le quisiera dar. Y el respetable respondió a la propuesta con una gran ovación, punteada de numerosos «¡bravos!», a esta nueva propuesta de «Forma Antiqva», que volvió a ser profeta en su tierra y a reinar en el mismo Auditorio ovetense en el que se distinguió, años atrás, como grupo residente.

J. Mallada