3. Ponme

Estoy tirado en la zona de embarque del aeropuerto de Asturias por un problema técnico en el avión que debía coger en dirección a Madrid. Por el momento, es la única certeza. Pasa el tiempo y observo al personal de tierra de la compañía ofrecer incontables, infructuosas y pacientes explicaciones de por qué hay retraso, cuándo despegará el avión y qué hago con mis conexiones. El ambiente comienza a caldearse y es necesaria una abstracción. Me abstraigo.

Ponme la mejor sala de cámara del mundo. No una sala sinfónica pequeña, no. Una sala pensada, diseñada y construida para albergar la música en su formato más democrático, íntimo y pequeño. Un cofre de recitales maravillosos. Ponme un público cultivado y exquisito, voraz y entregado, de aplauso fresco, inmediato y sincero.

Quítame lo blanco: toses, ruidos innecesarios y alertas de móviles. Déjame lo inevitable, lo irrepetible. Lo humano. Quítame la prisa.

Ponme un maestro al piano. Sin nada que demostrar, sin necesidad de piruetas. Con un toque que acaricie, más que pulse, las teclas. Subyugado a la voz. Que la abrace, la empuje y la sostenga.

Ponme una diva. No una cualquiera rendida al mercado, no, una hecha a sí misma. De verdad. Que cuide a su público, que alimente su mito. Que se preocupe de la imagen que proyecta y sea consciente de compartir, generosa, su don. Quítame las trazas de artificio e histrionismo.

Ponme una voz que coloree todas las palabras, que nos regale el texto y que nos haga sentir importantes y únicos. Que nos cante al oído y que la escuchemos con el estómago. Quítame farfullos y vibratos.

Ponme una grabación en directo, testigo de un momento concreto, único y repetible tan solo el reproductor. Ponme Cupidos que desciendan para servir los designios de mi corazón. Quítame toda crueldad con un lazo de amor.

¿Recuerdan el juego? Hoy toca Rossini. Ponme la pista número 2, “Beltà crudele”. Aquí están las coordenadas para su buscador favorito: [DiDonato + Pappano + Wigmore]

Parece que despegamos.