4. Melancolía

Llueve a través de la ventana del hotel en A Coruña.
Llueve y el cielo está caído y gris. Llueve y parece que el cristal de la ventana esté llorando.

Entra poca luz y la melancolía se apodera de la habitación. Igual no es solo por el clima. Igual es que ya estamos a final de temporada y la necesidad de vacaciones dispara nuestra sensibilidad. No sé. El caso es que el día está para que te cuenten o, mejor, te canten una historia.

Y abandonarte ahí mismo.

Érase una vez Senegal, un país de historias reales, imaginadas e inventadas. Un país con una voz rara vez escuchada y frecuentemente denostada. Ablaye Cissoko vive en Senegal y canta estas historias que tienen que ver con su identidad y con un profundo compromiso con los derechos humanos. Son historias que no hace falta entender porque su emotiva y dulce voz traspasa las fronteras del lenguaje y de cualquier comprensión léxica.

Ablaye Cissoko sostiene sus palabras en un instrumento de cuerda pulsada de orígenes míticos llamado kora. Su sonido tiene algo de hipnótico. Incluso diría que balsámico. Y justo cuando la simbiosis perfecta de instrumento e intérprete se antoja insuperable, aparece la trompeta del jazzman Volker Goetze. Y escuchas. Y entiendes.

Mi hija mayor también cuenta historias. No está especializada en un género en concreto, pues se mueve igual de bien en la improvisación sobre acontecimientos actuales, hechos casuales y todo aquello que le rodea, como en el más fantasioso y pueril relato, derritiendo los chismorreos de la realidad cual reloj de Dalí. Son historias que, aunque comienzan con una interpelación al oyente del tipo “¿Sabes qué…?” ya no precisarán más de él que un silencio cómplice y una mano para caminar al mismo ritmo en el paseo que suele despertar esta creatividad.

Seguro que habrá más días grises con cristales llorando gotas de lluvia. En alguno de ellos, tecleen en su buscador “Cissoko Sira”. Y abandónense por un momento.

¡Ay, la melancolía!