10. Blue

Que premien a una mujer es una buena noticia. Un rayo de luz. Algo que nos reconforta y, a la vez, nos vuelve diminutos. Hay, además, una sensación inherente de urgente justicia expansiva.

Ella parece frágil pero no lo es en absoluto. Tampoco es demasiado alta. Y sus andares desgarbados los coordina con una sonrisa limpia y mirada azul sincera.
A Sylvia le dijeron que no debería ser científica o exploradora. Porque es mujer. Que no debería. ¿A cuántas no han advertido así alguna vez en su vida?, ¿a cuántas no han cortado las alas o menospreciado su potencial por su mera condición sexual?, ¿a cuántas nos hemos perdido?

Pero Sylvia pudo ser científica. Y exploradora.
Porque, como bien dice ella, hay una gran diferencia entre no deber y no poder.

Mis hijas me preguntan regularmente “¿a que esto o aquello sí lo puedo hacer?”. Y es que fulano o mengano (casi siempre niños) les dice que no, que eso no es de chicas. Y, claro, les entra la duda, que hay un menosprecio a la identidad femenina latente en todo nuestro entorno. Pero no me canso de decirles que claro que pueden. Que no hay nada que pertenezca única y exclusivamente a un sexo determinado.

Qué manía de acotar. De achantar.

La alfombra de los Premios Princesa de Asturias es azul. Allí, en un escenario imponente, y azul, Sylvia habló con voz calmada y profunda de sus océanos. De nuestros océanos. De exploradores y viajes, de daños irreparables y de inconscientes comportamientos. Habló de la oportunidad que tenemos de cambiar nuestro futuro y, más importante, de la responsabilidad que tenemos para con nuestros hijos. De hacer las paces con la naturaleza.

Con su voz sincera deleitó, enseñó y conmovió las conciencias de los que allí estábamos escuchando embelesados. No blue, no green. Sin azul, no hay verde.

¿Ha podido escuchar alguna vez una obra de una compositora? Es difícil, muy difícil. Las principales agrupaciones del mundo incluyen apenas un dos por ciento de obras escritas por mujeres en su programación. Busquen a Barbara Strozzi.